¡SE HA ROTO EL LEBRILLO!
Hojalateros: "Ulogio y Resule".
Para saber más...
"MIGUELICO" el hojalatero. Un relato de D. Manuel Anguita Castillo.
-.-.-.-.-.-.-.-.- LA HOJALATERÍA La hojalatería ha sido un oficio de gran arraigo en Andalucía, en un tiempo que no se conocían ni la producción industrial ni el uso de los materiales nuevos como el plástico. Hasta el último cuarto del siglo XX los productos de hojalata cumplían su función sirviendo como envases y recipientes, candiles, moldes de repostería, embudos, faroles, tarros y cantarillos. Saber milenario del tratamiento del estaño, la hojalata y el latón, su aprendizaje ha ido trasmitiéndose de padres a hijos, de artesanos a aprendices, tanto el conocimiento como la experiencia suficientes para mantener la profesión. La desaparición progresiva de esta actividad ha ocasionado la pérdida de un conocimiento que forma parte de nuestra cultura. Los hojalateros con sus hornillos y estaño, recomponían y sellaban, cacillos, palanganas, jarros, o convertían las latas de leche condensada en unos magníficos jarrillos para tomar café incorporándoles una pequeña asa. Hoy quedan ya pocos operarios de este viejo hacer. En esta rama profesional los gitanos han participado muy activamente, siguiendo su vinculación secular con el trabajo con los metales. Publicado en Faceboox el 22/01/2018 por Manuel Anguita Castillo -Granada-.
¡El Hojalatero! El hojalatero ejercía su profesión en plena calle y siempre contaba con admiradores, al igual que le ocurría al afilador. El hojalatero lanzaba siempre su pregón, a la entrada de los portales de las casas, a fin de ser oído desde dentro de las viviendas, su pregón era el siguiente ¡El hojalatero; se echan culos a la porcelana; se sueldan los casos, y se hacen jarrillos de lata! ¡El hojalatero! Honroso oficio y noble nombre en donde los haya, del que hoy se sientes molestos algunos de los fontaneros. El que recorría la calle Real, se llamaba Enrique y era mestizo, gitano y castellano, y era un tío fenomenal. Cuando del interior de alguna casa le sacaban algún trabajo, Enrique se quitaba la colilla que siempre llevaba entre los labios, ponía el taller en el suelo, este era una especie de maleta pequeña, que se colgaba mediante una sucia y desgastada correa sobre el hombro, tenía dos puertecillas y dentro unos cajoncillos. Una vez en el suelo Enrique se ladeaba la gorra, y con un papel encendía el pequeño hornillón, hecho con una lata de las del tomate en conserva de las de cinco kilos y un poco de yeso, levantaba el hornillón hasta la altura de su boca y soplaba, para que se encendiera, casi siempre terminaba tosiendo, pues del tabaco tenía los bronquios hechos polvo. Allí metía los soldadores y cuando ya estaban calientes, con manos expertas sacaba su barrilito con agua fuerte y su varilla de estaño y se producía el milagro de la licuación que los niños admirábamos sobremanera. Lo mismo echaba el culo a una cacerola de porcelana, con un trozo de hojalata, que arreglaba una escupidera, poniéndole un remache, o de una lata de leche condensada “La Lechera” hacía un precioso jarrillo para beber agua los niños. Recuerdo que estando un día trabajando a la sombra de un arbolillo en la calle Real, paso un avión a regular altura, y como el que no hace la cosa levantó la vista y dijo muy serio ¡Hay que ver lo que hacemos los mecánicos! Y se quedó tan satisfecho. Después Enrique se volvió a poner la colilla sin encender en los labios, y se fue para la taberna dejándonos al cuidado de su factoría industrial. La verdad es que Enrique era un bendito, y también todo un artista, pues de pedazos de hojalata, en menos que canta un gallo, ponía una pieza a algún cacharro, simplemente torciendo los filos y sin necesidad de estañarla. Manolo. |
SE HA ROTO EL LEBRILLO!
Así recuerdo oír a mi madre Cecilia y así es la "historia". -¡Vaya! ¡El lebrillo se ha roto! Tendré que avisar al Eulogio. Al día siguiente allí aparecía el Eulogio con su caja de herramientas, de madera, ennegrecida, colgada al hombro con su correa de cuero. Rápidamente se descargaba e improvisaba su taller en el patio, a la sombra del parral. Mi madre ya aprovechaba la ocasión para sacarle el maltrecho lebrillo y cualquier otro cacharro que entendiese merecía ser reparado. En ocasiones otros “lañaores” pregonaban su oficio por la calle "el lañaooooor, se arreglan lebrillos, jarrillos, ollas y tinas". La laña era como una grapa de hierro o cobre que se utilizaba para unir las partes rotas de algún cacharro de barro, de cerámica o de loza fina como porcelana. En el caso del lebrillo, se encaraban bien las partes rotas del cacharro y se hacían unos taladros pareados en cada una de las partes de la fisura. Hechos los agujeros se colocaban las grapas de dos en dos agujeros opuestos y una vez tensadas las lañas se volvía a recomponer la pieza con la estanqueidad suficiente como para volver a utilizarla como nueva. Los agujeros los hacía con un berbiquí, taladro de mano, usando una broca fina de hierro y con la suficiente profundidad del orificio como para sujetar la grapa pero sin llegar a la parte interna del cacharro, sin atravesarlo completamente. Puesta la laña se rellenaba con una especie de cemento rápido que fabricaba en el momento e iba introduciendo con una varilla en los agujerillos revistiendo los extremos de la laña. Con el cemento fraguado la laña se soldaba al barro y el lebrillo quedaba listo para su nuevo uso. Entonces resultaba mucho más barato recomponer las piezas que adquirir otras nuevas. Así que, siempre que tuviesen apaño, allí estaba el Eulogio con sus “extrañas” herramientas. Tan raras y extrañas me parecían que allí estaba yo también siempre alrededor, todo ensimismado sin apenas parpadear, viendo cómo desarrollaba su trabajo. Además de “lañaor” también hacía de hojalatero. Llevaba su hornillo con un asa grande de alambre en el que calentaba los soldadores de cobre. Cuando a un cacharro se le hacía un “abujerillo”, allí estaba Eulogio tapándolo con estaño. Utilizaba una lima para lijar bien la zona a reparar del cacharro y ácido clorhídrico diluido para limpiar bien los alrededores del agujero. Con un soldador con la cabeza de cobre al rojo vivo calentado en el hornillo -herramienta incandescente que a mí me parecía como recién sacada del mismo infierno-, extendía el estaño que llevaba en una barrita hasta taparlo por completo. Si se trataba de un asa desprendida de una olla matancera o el rabo de un cazo, igualmente las volvía a pegar y reparaba. Se hacían de hojalata todos los cacharros utilizados en las cocinas y en las labores de la casa, los jarros del agua o de la leche, los barreños, incluso platos y cubiertos, zafas, jarrones, moldes para las magdalenas, “latas” para hacer las tortas, roscos y rosquillos en el horno; para asar los pimientos, tostar las almendras y luego las pipas. Hoy solo vemos la hojalata en muy pocos cacharros de uso cotidiano, usándose más bien para objetos de carácter decorativo. Nuestro recuerdo a la familia Eulogio y Resurrección que tan cariñosamente son recordados en Cortes por su profesionalidad , su talante y buen hacer con la gente. Comentarios: / El tio ologio y la tia resule eran muy conocidos en el pueblo. /Eulogia Moreno Fernández / Una foto muy bonita y con que cariño nos acordamos de ellos. /María C. / Yo tambien me acuerdo de ellos. /Encarna R. / Yo también me acuerdo de ellos. Sobretodo de Resule (que seria Resure, verdad?) Y, Mari, era El Comino?. /Mari Carmen T. / Yo me acuerdo. Buena gente. /María del Pilar P. / Y yo tengo una tina para el aceite que me hicieron un saludo. /Emilio C. / Mis vecinos! Cómo me acuerdo de ellos. /Isabel M. /Sí que eran buena gente, me acuerdo de todos. Por dónde andarán...? / Lola I. / Vienen al pueblo muy seguido y sobre todo ahora para el día de los Santos, Mari Carmen él es Eulogio. /María C. /Buena gente! /Rosa R. /Sí que eran buena gente y su hija Juana venia conmigo a la escuela. /Puri G. / Buena gente de verdad! /Matilde C. /Graciassssss por los contentarios hechos a mis abuelos. /María Dmar Fernández Moreno /Cortes tiene que tener un gran legado de Eulogio (hacía los moldes para las magdalenas, las latas para dichos dulces y otros muchos utensilios propios de su oficio). /María del Carmen R. /Mi madre tiene muchos moldes metálicos de magdalenas y un montón de latas, es verdad! /Mari Carmen T. /Buenísma gente, en una ocasión comí en su casa, qué años aquellos. /Pepi Q. /Resure ya murió, yo estuve en su entierro y hubo mucha gente del pueblo, ellos estaban muy integrados con los payos como nos llaman a nosotros y la que iba a la escuela con nosotras se llama Juana , la vi en el entierro de su madre, aunque cuesta reconocerla. /Antonia C. /Soy la hija Eulogia MorenoFernández, viendo muchas fotos me acuerdo de muchas personas y me da alegría. Gracias por acordarse de mis padres. /Eulogia Moreno Fernández / Claro que nos acordamos de ellos y de vosotros. Es lo que tenemos que hacer. No perder el amor por nuestros orígenes, nuestros amigos de infancia, nuestro pueblo, nuestro río… en fin, que somos paisanos! /Mari Carmen T. Octubre 2015 Imágenes para el recuerdo
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